Más de 40,000 adultos mayores fallecen solos en Japón cada año

En un país famoso por su tecnología innovadora y su rápido crecimiento, existe una realidad dolorosa que contradice la idea de modernidad. En el primer semestre de este año, alrededor de 40.000 personas mayores de 65 años en Japón han fallecido solas en sus hogares y sin ser identificadas.

Esta estadística asombrosa destaca una soledad profunda y dolorosa que persiste en medio del ruido de una sociedad altamente conectada, y revela una faceta oscura de la vida en la era digital.

En el centro de Asia, este pequeño archipiélago habitado por 127 millones de personas se ha convertido en un paraíso para la vida eterna, albergando el mayor número de personas mayores del mundo, según las estadísticas de la ONU.

Como miembro del G7, no solo cuenta con la mayor esperanza de vida, pero desafortunadamente, detrás de esta aparente vitalidad hay una realidad preocupante: la muerte por soledad que está afectando a decenas de miles de ancianos y cientos de jóvenes nipones.

130 personas que fallecieron en sus casas en Japón y fueron halladas en el primer semestre de 2024 habían muerto hacía más de un año. Foto tomada de BBC.
Fallecimientos de adultos mayores

La gravedad de esta situación se hace aún más evidente al considerar que, según datos de la Agencia Nacional de Policía, casi 4.000 cadáveres fueron encontrados este año más de un mes después de su fallecimiento.

El hecho de que 130 personas permanecieran en paradero desconocido durante 365 días es aún más impactante. Estas cifras no son solo estadísticas; son una llamada de ayuda que plantea preguntas fundamentales sobre la calidad de vida, la integración social y los sistemas de apoyo disponibles para el sector más envejecido de esta población.

Existe una variedad de teorías sobre el aumento del tipo trágico de víctimas mortales, que van desde los efectos prolongados de los cierres pandémicos hasta la digitalización de la sociedad, que reemplaza las pequeñas interacciones humanas cotidianas que solíamos dar por sentadas.

Además, se han observado cambios en las estructuras familiares, la disminución de las redes sociales formales e informales y un aumento en las tasas de divorcio. Es posible que se deba a una combinación de varios factores.

Para muchos, los casos de mortalidad aislada reflejan una sociedad que ha olvidado el valor de la comunidad; los vecinos ya no se cuidan unos a otros, y muchos residentes optan por aislarse.

Los hikikomori, otro fenómeno social emergente, cobran vida en el silencio sepulcral de sus habitaciones, donde las paredes se convierten en muros para el retiro.

Se trata de jóvenes que han sido atrapados en un ciclo de reclusión autoimpuesta y que han convertido sus camas en el epicentro de su vida.

Se mueven entre las sombras de sus pequeños espacios, rodeados de pantallas que iluminan sus rostros pero que, en realidad, cortan su conexión con el mundo exterior. Es un grito silencioso de aquellos que optan por la incomunicación como refugio.

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