En una jornada matutina marcada por la incertidumbre y el debate político, Bernardo Arévalo asumió finalmente la presidencia de Guatemala durante las primeras horas del lunes. Sin embargo, su toma de posesión enfrentó un retraso considerable, extendiéndose por más de nueve horas, mientras el Congreso, en manos de la oposición, debatía la admisión de los nuevos legisladores.
La demora en el proceso generó tensiones y expectativas en el país, evidenciando las divisiones políticas que persisten en Guatemala. La disputa en el Congreso subraya la falta de consenso y la complejidad de la situación política interna, con la oposición buscando influir en la composición legislativa.
Tras prestar juramento, Arévalo dirigió unas palabras que reflejaron la magnitud de los desafíos que enfrenta su administración. En sus declaraciones, el nuevo presidente afirmó: «Esta es la lucha que estamos enfrentando en Guatemala«. Sus palabras apuntan a la difícil tarea de abordar los problemas políticos y sociales que han afectado al país, desde la corrupción hasta la desigualdad.
La toma de posesión de Arévalo marca el comienzo de un nuevo capítulo en la política guatemalteca, con la esperanza de que su liderazgo pueda allanar el camino hacia la estabilidad y el progreso. Sin embargo, la demora en el proceso y las tensiones evidenciadas en el Congreso subrayan la necesidad de abordar las divisiones y trabajar hacia una mayor cohesión en el panorama político de Guatemala.