Según datos de un estudio que se publicó en la revista Nature Geoscience, el 69% de las aguas superficiales y subterráneas del planeta contiene sustancias químicas persistentes, también conocidas como PFAS o «químicos eternos», que son muy persistentes en el medio y pueden ser perjudiciales para la salud y el medio ambiente.
La investigación se centra en un conjunto de 14.000 sustancias químicas que se encuentran en las PFAS, que se fabricaron por primera vez en los años 50 y se encuentran en todo tipo de utensilios de uso cotidiano, desde impermeables hasta recipientes plásticos o cajas de pizza.
En utensilios de cocina
En particular, pueden encontrarse en productos de uso diario, como sartenes antiadherentes, ropa, cosméticos, insecticidas, envases alimentarios o productos industriales especializados, como espuma antiincendios.
Desde hace décadas, las sustancias PFAS se conocen como «químicos eternos» porque se ha demostrado que, una vez que se liberan en el medio ambiente o en el cuerpo humano, suelen permanecer allí para siempre.
Sin embargo, la magnitud de su presencia en el suministro de agua era desconocida hasta ahora, y este es el tema del nuevo estudio.
La investigación, realizada por universidades australianas y estadounidenses, proporciona una primera imagen de la cantidad de PFAS presentes en las aguas.
Los datos utilizados provienen de 273 estudios realizados durante los últimos 20 años, en los que se han analizado más de 12.000 muestras de aguas superficiales y 33.900 de aguas subterráneas, datos todos ellos destinados a informes gubernamentales o estudios científicos. Varias de estas muestras se obtuvieron en España, donde los resultados arrojaron datos preocupantes en algunos puntos concretos, como pone de manifiesto el siguiente mapa:
Los investigadores investigaron si los niveles de contaminación por PFAS en esas muestras superaban las diferentes regulaciones nacionales y descubrieron que el 69 % de ellas superaba los criterios de seguridad para el agua potable establecidos por la Administración canadiense, la más rigurosa en este ámbito.
En contraste, Estados Unidos ha establecido un índice de peligrosidad para el agua potable que es de los menos rigurosos, con un 32% de las muestras que supera ese índice.
Denis O’Carroll, profesor de ingeniería ambiental en el centro de estudios del agua de la Universidad de Sídney (Australia), destaca que los hallazgos demuestran que la gravedad de la contaminación por químicos persistentes «se ha subestimado».
Efectos en la salud
Los investigadores se sorprendieron por las altas concentraciones de PFAS encontradas en embalses en Australia, particularmente en áreas donde se habían utilizado espumas contra incendios, como instalaciones militares o de formación de bomberos.
Debido a que las plantas de tratamiento suelen estar diseñadas para reducir la cantidad de sustancias químicas como los PFAS en el agua, la presencia de estos PFAS en los embalses no implica que también estén presentes en el agua potable, aunque los investigadores advierten de que «no todos los proveedores de agua miden de forma rutinaria los niveles de estas sustancias».
A pesar de que se ha investigado poco sobre el impacto de las sustancias químicas persistentes en la salud, instituciones de salud pública de Estados Unidos y de Europa han relacionado PFAS con problemas como el menor peso de los bebés al nacer, niveles más altos de colesterol, reducción de la función renal, enfermedades tiroideas, menor respuesta a las vacunas y cánceres de hígado, riñón y testículos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el PFOA, un tipo de PFAS, como un carcinógeno humano de categoría uno en 2023.
Mucha precaución ante las PFAS
O’Carroll enfatizó la necesidad de que tanto los fabricantes como los consumidores tengan cuidado al usar productos que contienen PFAS y dijo: «Estamos utilizando muchos productos químicos para comprender completamente sus efectos potenciales sobre la salud. Se fabrican y distribuyen sin evaluación», dice.
«Hay que tener cuidado con algunos de estos productos químicos. El hecho de que estén disponibles no significa que debamos utilizarlos», añade el comunicado de la Universidad de Sydney.
El investigador y su equipo están trabajando para desarrollar tecnología que pueda degradar las PFAS en los sistemas de agua potable y buscan desarrollar modelos predictivos para determinar dónde terminan las PFAS en el medio ambiente.
«Este estudio muestra que gran parte de las aguas superficiales y subterráneas del mundo excede los niveles y regulaciones internacionales de PFAS, y los impactos ambientales futuros de estos químicos perennes pueden estar subestimados. «Esta es una importante llamada de atención», dijo Begoña Jiménez, investigadora de el Instituto de Química Orgánica (IQOG-CSIC) al Portal de la Plataforma SMC.