El 22 de abril representa un punto de inflexión crucial en la batalla contra la crisis climática. Alrededor de mil millones de personas en más de 190 países se unen en una acción coordinada para generar conciencia y promover cambios de comportamiento destinados a proteger nuestro planeta, el hogar de la humanidad.
Un día como hoy, no solo representa una celebración de la belleza y la fragilidad de la Madre Tierra, sino también un llamado urgente a la acción. A medida que se enfrentan desafíos cada vez más apremiantes, desde el cambio climático hasta la pérdida de biodiversidad, la movilización global se vuelve esencial para inspirar cambios significativos a nivel individual, comunitario y político.
La participación masiva en el Día de la Tierra demuestra un despertar de conciencia a escala mundial, donde las personas de todos los ámbitos de la vida se unen en solidaridad para proteger el único hogar que todos compartimos.
Con observación diaria y análisis de datos, el biológo Nelson Rangel Buitrago ve con preocupación la situación que enfrenta la humanidad. Según su perspectiva, estamos al borde de un punto de no retorno en lo que respecta a la crisis ambiental, e incluso podría argumentarse que ya lo hemos rebasado.
A pesar de los esfuerzos por aumentar la conciencia sobre la urgencia de actuar, como se evidencia en la conmemoración de este día, el biólogo advierte que aún enfrentamos enormes desafíos por delante.
“El presente y el futuro dependerán de la implementación efectiva de acuerdos internacionales y sobre todo de la capacidad que tenga cada pais (en su división política más simple) para adaptar y mitigar los efectos del cambio climático de manera que también promueva la justicia social y económica”.
Asentamientos informales
Considerando la situación geográfica de Barranquilla y Bogotá, donde el cambio climático juega un papel importante en la aparición de temperaturas extremas y precipitaciones intensas, entre otros fenómenos, la profesora Natalia Hoyos Botero, del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, lidera junto con Uninorte un estudio financiado por ‘Lacuna Fund’.
El objetivo de este estudio es recopilar información tanto cuantitativa como cualitativa sobre indicadores de cambio climático y su impacto en la salud en asentamientos informales de ambas ciudades, con el fin de comprender mejor su comportamiento y relación.
«Durante un período de 20 años, hemos examinado los cambios en la temperatura, los patrones de precipitación, así como el comportamiento de enfermedades respiratorias y diarreicas. También hemos analizado la mortalidad, las hospitalizaciones en áreas de bajos recursos, la infraestructura para bicicletas, y los índices de accesibilidad peatonal, entre otros aspectos. Nuestro objetivo es reunir todos estos indicadores y determinar si existen diferencias significativas entre las áreas urbanas informales y formales», explica la geógrafa Hoyos.