El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, reconoció que su Gobierno no estaba completamente preparado para enfrentar la ola de incendios forestales que atribuye al «terrorismo climático».
El Ministerio de Medio Ambiente ha informado que se están combatiendo 108 incendios en todo el país por brigadistas y bomberos, mientras que otros 106 arden sin atención.
«No estábamos 100% preparados (…) Hay muy pocos estados con defensa civil, bomberos y brigadas contra incendios. Casi nadie los tiene», lamentó Lula en una reunión con los jefes de los tres poderes en Brasilia.
Para hacer frente a la crisis, el Gobierno destinará 514 millones de reales (93,7 millones de dólares) para financiarla.
Durante la mañana, Marina Silva, la ministra de Medio Ambiente, declaró que además de la sequía histórica que está afectando al país, algunos incendios fueron causados por el «terrorismo climático».
En una entrevista con la televisión estatal, Silva afirmó que ciertas personas están provocando incendios en el bosque.
Según el Ejecutivo, se han destruido 18 millones de hectáreas de bosques debido al fuego, lo que representa una superficie comparable a la de Uruguay.
«Oportunismo»
Lula planteó la posibilidad de que ciertos grupos políticos escondan su «oportunismo» detrás de las llamas.
Lula expresó que una persona significativa en la oposición utilizó las palabras «Brasil va a arder en llamas», en referencia al pastor evangélico Silas Malafaia, quien es un orador frecuente en las actividades del expresidente Jair Bolsonaro.
No obstante, en las últimas horas, cientos de efectivos de bomberos lograron frenar el progreso del gran incendio que se extendía desde el domingo 15 de septiembre en el Parque Nacional de Brasilia y que estaba a punto de llegar a áreas residenciales de la capital.
Autoridades locales anunciaron este martes que el «momento más crítico» de ese incendio ha pasado.
Según Mauro Pires, presidente del Instituto Chico Mendes para la Conservación del estado, en esta reserva natural de 42.000 hectáreas, aproximadamente 2.400 hectáreas de bosque fueron destruidas por las llamas.
«Tiene todas las características de un incendio criminal», lanzó Pires en una conferencia de prensa.
Más de 140 días han pasado en Brasilia sin lluvias y la humedad ha sido mínima. Pires advirtió que todavía existen incendios subterráneos y existe la posibilidad de que se reactiven.
La vicegobernadora de Brasilia, Celina Leão, recordó que «este es solo uno» de las numerosas llamas que han ocurrido en el Distrito Federal.
Leão afirma que es probable que los agricultores o las personas que viven en la calle, que «perdieron el control» de sus fogatas, fueran los responsables de las conflagraciones.
Para controlar las llamas, el cuerpo de bomberos militares de la ciudad movilizó a 500 efectivos. Según Pedro Aníbal, el comandante del barco, cuatro personas resultaron heridas.
Lluvia providencial
En el inicio de la semana, las lluvias disminuyeron los incendios en Sao Paulo. Según el satélite de referencia del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), el estado solo tenía 25 focos activos en comparación con 520 a finales de la semana pasada.
No obstante, el impacto negativo en el medio ambiente persistirá durante meses o incluso años.
Un estudio del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM) alertó que los incendios forestales en la Amazonía brasileña liberaron alrededor de 31,5 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera entre junio y agosto, lo que equivale a las emisiones anuales de Noruega.
Según el informe del IPAM, citado por la red Observatório do Clima, la combustión de la vegetación quemada generará gases de efecto invernadero durante «largos años».
«Es aterrador. Los bosques, que deberían capturar carbono durante los próximos siglos, van a (…) agravar el calentamiento global», explicó Camila Silva, investigadora del IPAM.
Según los cálculos del INPE, el número de incendios en Brasil en septiembre ya ha superado el total del mes anterior (46.498).
La nación más grande de América Latina se encuentra en medio de la peor sequía registrada en los últimos 75 años, la cual es atribuida por los expertos al fenómeno del cambio climático.
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