La Organización Internacional del Trabajo reconoce que el trabajo y un entorno laboral saludable son derechos fundamentales y que un factor clave en la buena salud mental es el trabajo. También es una oportunidad para fomentar relaciones positivas porque puede mejorar el sentido de autoconfianza, el propósito y el logro.
Sin embargo, la mala salud mental también puede ser causada por el trabajo. El entorno laboral es cada vez más exigente y competitivo, y las amenazas se multiplican. La precariedad, los desafíos tecnológicos y el miedo a la desocupación alimentan los trastornos de salud mental en relación al trabajo, como el estrés laboral, la ansiedad, la depresión, la sisifemia y el agotamiento.
La doctora Agustina Varela, psiquiatra del Hospital Alemán (MN 115.790), dijo a Infobae: «El agotamiento es un tipo de estrés especial relacionado con la sobrecarga de trabajo en el ámbito médico y de la salud. Después se extendió a diversos campos laborales, sin embargo, su origen se remonta a la atención médica: médicos, enfermeros, asistentes gerontológicos, entre otros. En otras palabras, el agotamiento puede ocurrir en cualquier tipo de trabajo.
Y completó: “La diferencia del burnout con el estrés común, es que esta sobrecarga no es percibida conscientemente por la persona, pero se manifiesta de distintas maneras. Por ejemplo, crisis vocacional, sentimientos de inutilidad y que no se está a la altura de las circunstancias, maltrato, enfermedades físicas, etc.”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió el agotamiento (agotamiento, en inglés) o síndrome del quemado como el resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito, según la licenciada Analía Tarasiewicz (MN 57898), psicóloga egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA), especializada en problemas del trabajo y coach laboral.
La organización médica afirma que este cuadro «se caracteriza por tres dimensiones: sensaciones de agotamiento o agotamiento de energía; mayor distancia mental del trabajo, o sentimientos negativos o cinéticos relacionados con el trabajo; y reducción de la eficacia profesional».
La psicóloga explicó que una persona quemada por el trabajo experimenta agotamiento mental que afecta su vida y trabajo. A nivel físico, puede haber fatiga extrema, dolores de cabeza recurrentes, insomnio, aumento de peso y tensión muscular. Emocionalmente, se manifiesta en cambios en el estado de ánimo, aumento de la ansiedad o depresión, falta de motivación, distanciamiento afectivo y, en algunos casos, despersonalización.
Según la experta, las personas «tienden a faltar más al trabajo, expresan sus emociones de manera más intensa, enfrentan más conflictos interpersonales, experimentan episodios de llanto sin una causa aparente y les cuesta concentrarse en sus tareas diarias» como resultado de esta problemática.
“Si bien la mayoría de las investigaciones se centran únicamente en el agotamiento como respuesta a los factores estresantes en el trabajo, creo que el agotamiento ocurre con mayor frecuencia hoy en día porque las personas experimentan angustia crónica en múltiples áreas de sus vidas. Ya no existe una separación entre nuestra vida profesional y personal”, sostuvo a Wellandgood Jenna Watson, psicoterapeuta que se especializa en ayudar a personas y organizaciones a prevenir y recuperarse del agotamiento.
Según el Centro Médico ABC de México, el síndrome de burnout se debe principalmente al distanciamiento entre las funciones del puesto y las actividades que debe realizar el trabajador, así como al exceso de trabajo con sobrecarga de actividades y responsabilidades.
“Cuando existe un ambiente de trabajo degradado, conflictos con los compañeros y jefes, relaciones laborales adversas, se va gestando el síndrome de burnout. También el liderazgo autoritario, la presión continua por resultados y el escaso o nulo reconocimiento, favorecen el desarrollo de esta afección”, explica la institución médica.
Las 5 etapas de burnout
La etapa de luna de miel es cuando fluyen todos los neurotransmisores que nos hacen sentir bien, como la dopamina que proporciona energía y optimismo. Los síntomas específicos incluyen satisfacción laboral, responsabilidad, optimismo, compromiso con el trabajo y altos niveles de productividad.
Inicio del estrés. En este punto, el estrés del nuevo trabajo o proyecto comienza a acumularse. Si, en esta etapa, no se implementan estrategias de afrontamiento, el riesgo de burnout aumenta, según la revisión de la investigación. Los síntomas específicos de esta etapa incluyen: problemas de concentración, ansiedad, irritabilidad, baja calidad del sueño, falta de interacción social, menor.
En la etapa 3 del estrés crónico, el cuerpo comienza a enviar señales de advertencia como insomnio, fatiga, dolores de cabeza y problemas gastrointestinales. Otros síntomas incluyen cansancio persistente, resentimiento, aislamiento social, comportamiento agresivo, apatía, actitud cínica, disminución del deseo sexual, negación de problemas, sentirse amenazado y/o presionado y consumo de alcohol/drogas.
La etapa 4 del burnout es el momento en el que comienza el agotamiento real, manifestándose de manera diferente para cada persona. Se describe como una etapa de apatía, desesperación y desilusión, donde la gente no ve una salida a la situación y se vuelve resignada e indiferente.
Los síntomas específicos de esta etapa incluyen obsesión por los problemas, pesimismo, síntomas físicos, dudas sobre uno mismo, aislamiento social, dolores de cabeza crónicos y problemas gastrointestinales, descuido de las necesidades personales y cambios de comportamiento.
Etapa 5: cansancio persistente El agotamiento en este punto puede causar un trastorno depresivo mayor o ansiedad generalizada. Esta etapa presenta síntomas como tristeza crónica, fatiga física y mental crónica y depresión.
¿Cómo se trata el burnout?
En cuanto al tratamiento, la doctora Varela expresó que se basa en el alejamiento momentáneo de las tareas y responsabilidades y tratamiento de salud mental. “Se trata de implementar rutinas sanas de descanso nocturno, alimentación equilibrada y ejercicio. El retorno al trabajo implica el cambio de las condiciones laborales que generan el cuadro”.
La médica mencionó que en algunos hospitales se están tomando medidas para abordar el burnout de los médicos, como limitar las guardias a 12 horas, implementar una semana antiestrés y reducir la cantidad de pacientes a cargo de cada profesional. Los estudios han demostrado que las personas pueden recuperarse del agotamiento en unos meses, especialmente en casos leves, pero en casos más graves la recuperación total puede tardar más de un año e incluso hasta cuatro años según la investigación.
Además, la licenciada Tarasiewicz señaló la importancia de adoptar las siguientes herramientas personales para mitigar el burnout:
“Me tengo a mí”: recordar que se han pasado muchos momentos críticos en la vida. Capitalizar esa información y reconocerse resiliente es un gran valor.
Entender la diferencia entre la vida (personal) y el trabajo (rol).
Aprender a decir, no y establecer límites claros en la carga de trabajo y compromisos personales. No exigirse demasiado.
Planificar con anticipación y establecer prioridades puede ayudar a reducir el estrés.
Evitar vivir hiperconectados. El uso excesivo de redes sociales provoca que algunas personas piensen que no tienen alternativa para ponerse en off, ni siquiera los fines de semana.
Tomarse descansos regulares: Incluso en momentos ocupados, hay que dedicar tiempo para la relajación y recargar energías.
Comunicación abierta: hablar con los líderes, equipos, socios sobre límites y preocupaciones. El diálogo puede llevar a soluciones que reduzcan la presión.
Cuidado personal: asegurarse de cuidar la salud física y mental. Esto incluye dormir lo suficiente, mantener una dieta equilibrada y practicar técnicas de manejo del estrés como la meditación o ejercicio.
Apoyo social: mantener una red de apoyo con amigos y familiares. Compartir preocupaciones y buscar ayuda emocional puede ser beneficioso.
Solicitar ayuda profesional: si se siente que el burnout está afectando gravemente la vida, buscar la ayuda de un psicólogo clínico especializado en trabajo o el profesional de confianza que pueda guiar. Es vital no quedarse solo/a y poder expresar lo que se siente.
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